martes, 10 de enero de 2012

Aventura italiana


En noviembre estuve dos semanas en Rávena. Ravenna, como le llaman los italianos. Ha sido una experiencia inolvidable, tan grande, tan intensa que es difícil describirla.
Fui para asistir a un curso en la Mosaic Art School de Luciana Notturni y fue alucinante para mí que soy autodidacta en esto del mosaico. Descubrir los secretos del mosaico de la mano de profesionales de la talla de Luciana y de los profesores que trabajan con ella en su taller (Ana, Luca, Daniela, Gabrielle) fue mejor que un sueño hecho realidad.

Además en aquellos días se celebraba la exposición bienal Ravenna Mosaico donde se celebra el mosaico por todo lo alto y exponen artistas de todos los lugares. IMPRESIONANTE. Soberbia muestra. Aquello, unido a los tesoros que guarda Rávena en sus museos, monumentos y en cada rincón de la ciudad, nos tenía con la boca abierta todo el rato a mi y a mis compañeros. ¡Cuánto arte hay en esta ciudad! ¡Sobre todo en estas fechas! ¡Y yo he tenido la grandísima suerte de vivirlo...!

Y algo especialmente maravilloso de mi viaje a Rávena ha sido la oportunidad que me ha dado de compartir el mosaico con mis compañeros y profesores. Por fin he encontrado gente con la que poder suspirar de emoción ante obras como las que hemos tenido la oportunidad de ver, o simplemente  ante el sonido de una pieza de esmalte al ser cortada bien por el martillo....por mil detalles. En fin: somos unos "frikis" que, entre nosotros, nos entendemos bien, compartimos este amor, esta pasión arrebatadora por el mundo del mosaico. Y poder compartirlo a mí me ha dado una felicidad añadida que, sin saberlo, añoraba mucho.

Si a este cuadro perfecto y maravilloso le añadimos que durante dos semanas he podido dormir del tirón sin bebé que llore y que mi tiempo ha sido por entero para mí (algo que llevaba más de 5 años sin experimentar), lleva mi experiencia de Rávena a cotas tan altas que la convierten en una vivencia mágica, cada momento lo guardo en mi memoria como un tesoro. Cada día, cada momento allí he sido feliz y he sido consciente de mi felicidad. Yo no puedo pedir más.

Y, por supuesto, quiero a mi marido todavía más por quedarse con los niños de buen rollo y ser cómplice de esta felicidad.