jueves, 16 de febrero de 2012

Reproducción de fragmento de greca bizantina

 Esmalte italiano, oro Orsoni, mármol travertino amarillo. 35.5 x 27.5 cms.

En Rávena, aunque no lo pueda parecer, trabajé mucho. El curso de dos semanas en la Mosaic Art School de Luciana Notturni fue de currar, currar y currar, 8 horas todos los días. Lo que pasa es que "sarna con gusto no pica" y así se nos hacían las seis de la tarde y no queríamos irnos ninguno. Excepto los profesores, claro. Y es que, trabajar en el mosaico, aprendiendo a manejar el martillo y la tajadera, teniendo a nuestra disposición todos aquellos esmaltes venecianos y mármoles de todo tipo y estando de charleta y de buen rollo, era un placer y nos sentíamos de lo más a gusto. Al menos los primeros días de la semana, porque luego teníamos que trabajar a toda pastilla para ser capaces de terminar los proyectos a tiempo. Eso fue un poco estresante, la verdad. 

Yo trabajé en tres proyectos porque me quedé dos semanas, trabajando la segunda semana en escultura. En la primera semana hicimos dos proyectos, uno con la técnica bizantina de Rávena y el otro con la técnica moderna.


Aquí presento el primero: una copia de un fragmento de una greca que decora el mausoleo de la Galla Placidia, auténtico tesoro Patrimonio de la Humanidad. Monumento que hay que ver, hay que entrar alli con alguien que te lo explique bien porque es algo increíble.

Esta técnica es sencilla pero compleja a la vez y si no ves cómo se hace no es fácil comprenderla. Se trabaja con cal muerta. Y es especialmente útil para hacer reproducciones por el grado de detalle que permite. Así es como trabajaban en el siglo V y es una suerte no haber perdido esta forma de trabajar en el transcurso de los tiempos.


Trabajar con el mármol  fue un descubrimiento, especialmente con el travertino amarillo, enamorándome perdidamente de este material, siendo cada tesela que corté un tesorito, piezas que en sí mismas están llenas de belleza y singularidad. Las acompaño de oro auténtico, como hacían entonces, pero dosificando mucho más la cantidad de oro porque en aquellos tiempos no había luz eléctrica como tenemos ahora y mucho oro puede ser demasiado para el equilibrio de la obra.


Los esmaltes también son siempre una maravilla para mis sentidos con esa riqueza de color. Siempre trabajábamos varios tonos de un mismo color, lo que aporta riqueza y volumen.



En Rávena he aprendido cómo trabajaban los antiguos mosaístas y he aprendido a apreciar sus obras, que son realmente fascinantes. En bachillerato estudiamos los mosaicos de Teodora y Justiniano, pero estudiarlos sobre el papel y verlos in situ no tienen absolutamente nada que ver. El mosaico bizantino es un arte tridimensional, no es plano, como la pintura. Y para poder darse verdadera cuenta de ello hay que tenerlos delante, ver cómo la luz juega con ellos creando sombras, volúmenes y destellos aqui y allá.


¡Gracias Rávena y gracias Luciana Notturni y equipo! ¡Y saludos a mis compañeras y compañeros!


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