martes, 28 de febrero de 2012

Rangoli en mosaico

Rangoli.  62x62cms. Enero 2012

Los rangoli son diseños decorativos que se pintan en el suelo de patios, habitaciones o puertas de entrada de las casas indias con motivo de alguna celebración hindú y para atraer la buena suerte. Se pintan con todo tipo de materiales: harina, arena, arroz, pétalos... India es un pozo inagotable de inspiración.


Llevaba muchos años queriendo hacer un rangoli con mosaico y este me ha servido para practicar diversas técnicas. Después de muchas dudas acabé haciéndolo con la técnica indirecta, esto es, pegando las teselas del revés sobre un papel que se despega al final, quedando el trabajo plano, aunque las teselas sean de grosores muy diferentes.



He utilizado materiales de muy diferente naturaleza y grosor: teselas vítreas, azulejos, nuggets, esmalte italiano, mármol, caliza, piedritas marmolinas y el mismo cemento cola forma parte de la composición.
Quería hacer diferentes tipos de andamento, (diferentes estilos de colocar las teselas) y trabajar con distintos materiales. El resultado me gusta con ciertos materiales y con otros no tanto (las piedrecitas pierden parte de su gracia con el método indirecto). Pero de lo que no tengo duda es de que he aprendido mucho con este proyecto.



El momento de despegar el papel es muy especial: miedo a que se despeguen las piezas, ilusión de descubrir finalmente cómo ha quedado todo...



Puede que haga más rangoli, no lo sé. Pero, de momento,  ya me he quitado la espinita.

lunes, 20 de febrero de 2012

Sol en Cielo Bizantino

Esmalte italiano y mármol. 24.5 x 24.5 cms. Noviembre 2011.

Este es el segundo trabajo que hice en la Mosaic Art School de Luciana Notturni, en Rávena. El tema es libre y está hecho con la técnica moderna. En ella, introducimos las teselas sobre un lecho de cemento y sólo tenemos tres horas para trabajar esa porción, porque es el tiempo que tarda el cemento en secarse. Después de eso hay que retirar el sobrante y volver a extender el cemento fresco para seguir trabajando.




Lo fui haciendo y pensando sobre la marcha, como todos mis compañer@s el suyo, ya que el tiempo apremiaba y no podíamos ni pensar porque se nos secaba el cemento. Sólo tenía claro que quería usar el travertino amarillo y el azul bizantino, que me entró por el ojo nada más llegar a la escuela y me ha calado muy hondo. Quería algo sencillo y poder utilizar más materiales pero al final, el azul me atrapó irremediablemente. Realmente, este azul correspondería a la noche, así que, si le doy la vuelta al mosaico sería un amanecer. Un día de estos lo voy a probar a ver qué tal. Pero de momento, me gusta así.


Al principio no me gustaba, quizá porque apenas tuve tiempo de recrearme en él mientras lo hacía y estuvo marcado por un día de estrés. Pero ahora que lo tengo colgado en mi casa, lo veo varias veces al día y me produce siempre sorpresa y admiración el juego de la luz sobre él, que nunca es igual, el brillo del oro, la singularidad de las teselas, no sólo el mármol con sus pequeñas cavernitas y sus depósitos de minerales sino los esmaltes transparentes y la personalidad de ese azul tan intenso. Y el volumen que tiene, sobre todo de perfil.


Esa es la magia del mosaico, que una obra siempre es diferente, según la iluminación que haya, el ángulo desde el que miras y lo que en ese momento llame más tu atención. Hasta ahora,  las obras que he hecho y puedo disfrutar a diario porque están en casa me gustan mucho más a medida que va pasando el tiempo. A veces, incluso alguna que no me gustaba acaba enamorándome como este Sol en Cielo Bizantino, verdaderamente improvisado. 




jueves, 16 de febrero de 2012

Reproducción de fragmento de greca bizantina

 Esmalte italiano, oro Orsoni, mármol travertino amarillo. 35.5 x 27.5 cms.

En Rávena, aunque no lo pueda parecer, trabajé mucho. El curso de dos semanas en la Mosaic Art School de Luciana Notturni fue de currar, currar y currar, 8 horas todos los días. Lo que pasa es que "sarna con gusto no pica" y así se nos hacían las seis de la tarde y no queríamos irnos ninguno. Excepto los profesores, claro. Y es que, trabajar en el mosaico, aprendiendo a manejar el martillo y la tajadera, teniendo a nuestra disposición todos aquellos esmaltes venecianos y mármoles de todo tipo y estando de charleta y de buen rollo, era un placer y nos sentíamos de lo más a gusto. Al menos los primeros días de la semana, porque luego teníamos que trabajar a toda pastilla para ser capaces de terminar los proyectos a tiempo. Eso fue un poco estresante, la verdad. 

Yo trabajé en tres proyectos porque me quedé dos semanas, trabajando la segunda semana en escultura. En la primera semana hicimos dos proyectos, uno con la técnica bizantina de Rávena y el otro con la técnica moderna.


Aquí presento el primero: una copia de un fragmento de una greca que decora el mausoleo de la Galla Placidia, auténtico tesoro Patrimonio de la Humanidad. Monumento que hay que ver, hay que entrar alli con alguien que te lo explique bien porque es algo increíble.

Esta técnica es sencilla pero compleja a la vez y si no ves cómo se hace no es fácil comprenderla. Se trabaja con cal muerta. Y es especialmente útil para hacer reproducciones por el grado de detalle que permite. Así es como trabajaban en el siglo V y es una suerte no haber perdido esta forma de trabajar en el transcurso de los tiempos.


Trabajar con el mármol  fue un descubrimiento, especialmente con el travertino amarillo, enamorándome perdidamente de este material, siendo cada tesela que corté un tesorito, piezas que en sí mismas están llenas de belleza y singularidad. Las acompaño de oro auténtico, como hacían entonces, pero dosificando mucho más la cantidad de oro porque en aquellos tiempos no había luz eléctrica como tenemos ahora y mucho oro puede ser demasiado para el equilibrio de la obra.


Los esmaltes también son siempre una maravilla para mis sentidos con esa riqueza de color. Siempre trabajábamos varios tonos de un mismo color, lo que aporta riqueza y volumen.



En Rávena he aprendido cómo trabajaban los antiguos mosaístas y he aprendido a apreciar sus obras, que son realmente fascinantes. En bachillerato estudiamos los mosaicos de Teodora y Justiniano, pero estudiarlos sobre el papel y verlos in situ no tienen absolutamente nada que ver. El mosaico bizantino es un arte tridimensional, no es plano, como la pintura. Y para poder darse verdadera cuenta de ello hay que tenerlos delante, ver cómo la luz juega con ellos creando sombras, volúmenes y destellos aqui y allá.


¡Gracias Rávena y gracias Luciana Notturni y equipo! ¡Y saludos a mis compañeras y compañeros!